Cambio de mando

La noche oscura, el viento sopla arremolinado y un humo blanquiceleste cubre el cielo como manto. Gargantas al unísono, las manos en el aire, la banda del Pinito en el paravalancha. Ritmos de marcha fúnebre amedrentan al rival de turno. Los bombos suenan graves como si la muerte tocase sobre sus vientres. Remate en el palo, el ruido ensordecedor de la hinchada como excusa, un sudor frío recorre los cuerpos. Se rompe el parche de un bombo, la faca sale empuñada, un fino movimiento felino. Hay sangre en el pecho. Recias caras incrédulas se pierden en las corridas mientras el coro recita "Adiós Pinito, adiós para siempre".     

                                                                                      

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