La lava se esparce
por el puerto
por la iglesia y el estadio
navega
por las esquinas
repletas de altares
dioses paganos
murales del Diego
muertos eternos que brillan
en paredes chamuscadas.
El caldo de fuego
echa grumos
se mete
en los barrios
abandonados
por el estado
iluminados
por los tiroteos
de traficantes y camorreros
que se evaporan
en la perdición
de calles oscuras.
Lágrimas ardientes
se derraman
por la tragedia
de un pueblo
de sangre caliente en las venas
de un pueblo del sur y latino
que marca su historia
con la velocidad
del presente
que nunca frena
como esas motos
que gambetean
su destino
en cada maniobra
como aquel golazo imposible
de Maradona a la Juve
que demuestra la hazaña
esa hazaña
que se vive
como si no hubiese mañana
que se festeja
bailando hasta la madrugada
que se disfruta
como si no hubiese mañana
y lo digo de vuelta, lo repito
porque nadie tiene asegurada
esa próxima mañana
y los napolitanos lo saben
los napolitanos viven
ese estado
de plena conciencia
porque saben
que la vida es ese instante
porque saben
que todo puede acabar
de repente
bajo un cielo rojo
eterno, rutilante, refulgente.
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