La caja de preservativos

La división de bienes es dura. Pasa de lo grande a lo pequeño. Heladera, cama, computadora, libros, cubiertos. Se abre la cajonera y ahí están. Dos cajas de preservativos rojos, impolutos. Su virginidad se huele a kilómetros de distancia. Una está abierta y destila olor a sexo rancio, con fecha de vencimiento. La decisión es ridículamente salomónica: caja y media para cada uno.


Éxitos y fracasos, la historia de esa caja y media. Empieza con un sexo incomodo, seguido por un sexo no deseado. El sexo melancólico llora lagrimas blancas atrapadas en un plástico. El bache de no sexo juega el rol del entretiempo. Las dudas y reminiscencias de un sexo apagado pero conocido arrancan el complemento. El sexo salvaje se desata bajo una furia de deseos contenidos. La caja se extingue con rapidez. Los ojos miran el tacho de basura ¿Qué habrá sido de su compañera?     

1 comentarios